miércoles, agosto 29, 2007

(artículo del traductor) El Doble Nacimiento del Baco Filosófico


Veamos ahora un fragmento de otra obra de este mismo autor, Raimon Arola, (1) donde cita a Pernety hablando del doble nacimiento de Baco, o hijo filosófico, en el proceso alquímico, y comparándolo a la creación inspirada del artista, paralela por analogía a la regeneración del hombre. El fragmento viene hilado del elogio que Calístrato hace de la obra escultórica de Escopas,(2) concretamente de la estatua de una bacante poseída por el ardiente vino dionisíaco. Los grandes artistas –dice– «reciben los divinos alientos a la hora de crear sus obras, dictadas por el entusiasmo», siendo capaces de transmitir la profundidad del ser a sus obras. El “entusiasmo” del que habla Calístrato (pues decía: también las manos de los escultores reciben los divinos alientos a la hora de crear sus obras, dictadas por el entusiasmo.) significa etimológicamente “estar poseído por una divinidad”, lo que en castellano sonaría como “endiosamiento”. Las obras de Escopas están embebidas de Dios, no nacen del saber humano, sino que son hijas del cielo. He aquí una de las enseñanzas básicas de las estatuas vivas, que, sin duda, podemos aplicar al misterio del hombre. El hombre al nacer inspira la influencia de los astros que recibe por medio del aire. Así, cuando los pulmones del hombre se abren por primera vez para respirar, el individuo queda marcado por el destino de los astros, es el nacimiento del hombre al mundo. Ahora bien, por medio del entusiasmo, la inspiración viene de un lugar superior, es decir, de los dioses. De esta manera el hombre nace una segunda vez, su espíritu ya no está marcado por el destino de los astros, sino por la providencia de la divinidad, por el mundo de las Ideas. La supuesta vida de las estatuas es un ejemplo, y una enseñanza, de este segundo nacimiento del hombre. El soplo divino penetra y anima las estatuas, tal como dice Calístrato refiriéndose a la obra de Escopas: «sabía abandonarse al delirio báquico y acompañar en su danza al dios que, desde dentro, la animaba». Platón en Fedro explicó los presupuestos filosóficos del entusiasmo y, por lo tanto, del segundo nacimiento del hombre. Para Platón el alma, antes de caer en el cuerpo, existía en las regiones celestes, donde por la simple contemplación de la verdad del mundo de las Ideas se nutría y gozaba. Allí el alma, bañada en la luz verdadera, contemplaba sin cesar el bien, la justicia, la sabiduría y la belleza más armónica de las Ideas. Pero cuando las almas bajan hacia los cuerpos por el deseo de las oscuras realidades terrenas, entonces dejan de beber la ambrosía de la luz celeste y la sustituyen por las negras aguas del río Leteo, el río del olvido; ya que en el momento en que las almas bajan a este mundo olvidan las realidades divinas y las Ideas. Por medio de la filosofía, el hombre encuentra las «alas» que le permitirán ascender de nuevo hacia la realidad primera. (Estas son las alas que construye Dédalo para escapar del Laberinto de este mundo). El hombre amante de la sabiduría es transportado hacia los dioses. A esta elevación Platón la denomina furor divino. La ascensión del alma hacia su fuente no pede darse si no recibe el impulso de un segundo nacimiento, como una estatua nunca poseerá vida sin la recepción de un soplo vivificador; o dicho de otro modo, el hombre sin poseer el verdadero entusiasmo es como una estatua muerta. El mito de Baco es propiamente un ejemplo de estos dos nacimientos. La fábula cuenta que Baco fue hijo de Júpiter y de la princesa Sémele, hija de Cadmo. Juno, esposa de Júpiter, llevada por los celos, aconsejó a Sémele que durante su preñez exigiera a su amante que, como prueba de su amor, viniese a visitarla en todo su esplendor. Júpiter al principio se resistió, pero finalmente accedió a la demanda de Sémele. Naturalmente, con la visita de Júpiter el palacio quedó abrasado y la propia Sémele, víctima de su indiscreción, pereció en medio de las llamas; Júpiter hizo sacar el hijo que ella tenía en el vientre y lo introdujo en su muslo, o en su costado, hasta que pasaran los meses que faltaban para su nacimiento. Por esta razón se considera que Baco tiene dos madres, y se le llamó el dios nacido dos veces. (Véase esta figura que Arola inserta en su obra y que es una: copia de Marcantonio Raimondi de autor anónimo, en la que se representa a Baco joven y a Baco viejo; el árbol situado detrás del viejo está seco, sin frutos, mientras que la vid al lado del joven produce abundante vino. Siglo XVI.) No es difícil advertir en este peculiar nacimiento de Baco una clara referencia al proceso alquímico; D. Pernety lo explica de la manera siguiente: «Baco tuvo dos madres, Sémele y Júpiter, y según R. Llull el hijo filosófico tiene dos padres y dos madres: ha sido –dice Llull– sacado del fuego con muchos cuidados, y no podría morir. Júpiter llevaba este fuego al visitar a Sémele, el fuego de los filósofos, del cual dice Ripley que, encendido en el vaso filosófico, arde con más fuerza y actividad que el fuego común. Es un fuego que extrae el embrión de los sabios del vientre de su madre, y lo transporta al muslo de Júpiter hasta que madure».(4)

(1). Raimon Arola, Las Estatuas Vivas, ed. Obelisco, Barcelona, 1995, p. 101. (2). Calístrato «Descripciones», en Imágenes, Madrid, 1993, p. 186. (3). D. Pernety, Les Fables égyptiennes et grecques dévoilées et réduites au méme principe, París, 1786, vol. II, p. 191. (Véase en este blog el mito citado a través de las palabras Baco, Dioniso o Semele).

domingo, agosto 19, 2007

(artículo del traductor) Antíope y Júpiter, o la coagulación de la materia


En el artículo «Antíope» de Pernety, en las Fábulas Egipcias y Griegas,(1) este autor nos da las claves de lectura para una interpretación alquímica de los mitos y sus aventuras, lo que es muy recomendable tener presente en nuestras indagaciones. Aquí lo pongo en relación con el apartado «Júpiter y Antíope» de la obra de Raimon Arola «Los Amores de los Dioses»(2) donde desglosa el mito jupiteriano y sus transformaciones.(3) El fragmento de Pernety que he seleccionado es el siguiente: [...] Homero hace hablar a Ulises en estos términos:(4) Tras aquella vi a Antíope, hija de Asopo, la cual se glorificaba también de haber dormido en los brazos de Júpiter y de haber tenido de este dios dos hijos, Anfión y Zeto, que fueron los primeros en poner los fundamentos de la ciudad de Tebas. Anfión fue puesto bajo la disciplina de Mercurio y allí aprendió a tocar tan perfectamente la lira que, por la dulzura de sus acordes, dulcificaba no sólo la ferocidad de las bestias salvajes y se hacía seguir por ellas sino que incluso daba movimiento a las piedras y las hacía arreglarse a su gusto. Se ha dicho otro tanto de Apolo, cuando construyó los muros de la ciudad de Troya. Orfeo también gobernó la nave Argo al son de su lira y hacía mover las rocas con ella. Veamos cual puede ser el objeto de las alegorías de Antíope y de su hijo Anfión. Algunos dicen que era hija del río Asopo y muchos filósofos llaman a su materia con este mismo nombre, Asopo, otros Adrop, otros Atrop y dicen que se forma en un arroyo, una fuente, un agua, un jugo al cual dan el nombre de jugo de saturnia vegetable.(5) Este jugo se espesa, se coagula, se vuelve sólido, ¿no es entonces esta Antíope? De αντι y de πύς es decir, que no hay más jugo, que está coagulado, que no está fluido. Aquellos que dicen que es Nicteo el padre de Antíope, han tenido el mismo objetivo a la vista, es decir, la coagulación de la materia al salir de la putrefacción, durante la cual la materia se vuelve negra y es llamada noche, tinieblas; pues de νύξ, noche, ha sido hecho Niceto, por lo que se ve que Antíope tiene el mismo carácter que las otras amadas de Júpiter. La metamorfosis de este dios en sátiro está explicada en el artículo de Baco. Cuando se dice que Anfión fue puesto bajo la tutela de Mercurio es porque el mercurio filosófico lo dirige todo en la obra, y la ferocidad de las bestias que él sabe dulcificar se explica de la misma manera que la de los tigres, leones y panteras que acompañaban a Baco en sus viajes. Las piedras que venían a arreglarse en su lugar al son de la lira, son las partes fijas de la piedra volatilizadas, que coagulándose se acercan unas a otras y forman una masa hecha de todas las partes extendidas por aquí y por allá. Las personas figuradas en estas fábulas son todas alegóricas y hacen alusión a la materia, a los colores, a las operaciones, o finalmente al artista mismo de la gran obra. Sería suficiente poner atención al hecho de que en general todo lo que en las fábulas lleva nombre de mujer, chica o ninfa, puede ser explicado del agua mercurial volátil, antes o después de su fijación, y todo lo que allí tiene carácter de hombre debe entenderse de la parte fija, que se une, trabaja (fermenta), se volatiliza con las partes volátiles y se fija finalmente con ellas. Los robos, los raptos, etc., son la volatilización; los matrimonios y las conjunciones de machos y de hembras son la reunión de las partes fijas con las volátiles, el resultado de estas reuniones son los hijos; la muerte de las mujeres normalmente significa la fijación; la de los hombres la disolución del fijo. El mercurio de los filósofos muy a menudo es el héroe de la alegoría, pero entonces el autor de la fábula ha tenido en consideración sus propiedades, en su virtud resolutiva, en cuanto a sus partes volátiles y finalmente a su principio coagulante, cuando se trata de fijar mediante las operaciones. Entonces es un Teseo, un Perseo, un Hércules, un Jasón, etc. Veamos ahora el artículo «Júpiter y Antíope» de «Los Amores de los Dioses», de Raimon Arola, donde, por cierto, también cita este artículo de Pernety: Las representaciones de sátiros –dice Arola– sorprendiendo a bellas ninfas dormidas son muy frecuentes tanto en la antigüedad como en el Renacimiento. Las ninfas acostumbran a descansar escondidas en lugares frondosos, junto a una fuente o un río, pues son, según Porfirio, «los poderes que presiden las aguas»;(6) pero los sátiros, que simbolizan las fuerzas del fuego, las buscan, las espían y las descubren para unirse a ellas. El dibujo de Perino del Vaga representa una de estas imágenes, con la salvedad de que en la parte inferior se observan dos atributos propios de Júpiter: el águila y el haz de rayos con el que juega Cupido, como si fueran sus propias flechas. Gracias a Ovidio sabemos que «Júpiter, oculto bajo las apariencias de sátiro, llenó la bella Nicteide de prole gemela».(7) La bella Nicteide, es decir, la hija de Nicteo, es Antíope; de ella dijo Homero: «gloriosa por haber descansado, a su vez, en los brazos de Júpiter, del cual tuvo dos hijos, Zeto y Anfión, los primeros fundadores de Tebas».(8) Tradicionalmente se consideraba que las siete salidas o puertas de Tebas, hechas por Zeto y Anfión, eran de metal filosófico producido por el Arte alquímico. Nicteo, en griego, deriva de núx , noche, oscuridad, sombra, por lo que se entiende que Antíope es la hija de la noche u oscuridad. Pernety nos ofrece una lectura alquímica de esta etimología al afirmar que Nicteo significa «la coagulación de la materia al salir de la putrefacción, durante la cual esta materia se convierte en negra, y es llamada noche». En este momento del desarrollo de la obra alquímica, la materia sale de la negrura y se vuelve blanca; entonces está preparada para ser fecundada por el cielo, y por ello Júpiter –representado en el grabado en forma de sátiro– levanta el vestido de la ninfa, pues desvela la blancura de la materia negra. Que Júpiter se esconda bajo las apariencias de un sátiro parece enseñarnos que el alma divina, para unirse a la materia –cuya imagen en este caso es Antíope–, necesita de los espíritus elementales y las fuerzas de la naturaleza, que en los relatos míticos están representados por los sátiros. El autor de la Concordancia mito-físico-cábalo-hermética escribe lo siguiente sobre la función de los sátiros como espíritus elementales: El alma del hombre es la pureza por excelencia; el cuerpo material está compuesto por una pasta terrestre y muy corruptible; una es una substancia pensante, cuyas funciones se limitan a la reflexión. El otro es un cuerpo pesado y maquinal, cuyas funciones se limitan a la más perfecta obediencia. Estas cualidades opuestas nunca hubieran podido formar un todo si un intermediario no las hubiera acercado. Es la substancia espiritual [representada según el autor por los sátiros y los faunos] a la que le está reservado el ser el vínculo de estos dos extremos; sin este cuerpo espiritual que está en medio y que sirve de envoltura al alma, ésta nunca hubiera podido unirse ni atarse al cuerpo material a causa del alejamiento y de la oposición de sus principios. Hacía falta, pues, que, para servir de morada a uno y para preservar al otro de la corrupción, el espíritu tuviera algo de lo terrenal de uno y de lo sutil del otro.(9) En la mitología griega, los sátiros eran genios espirituales sin genealogía ni leyendas propias, tenían medio cuerpo humano y medio caprino, para indicar que tenían algo de terrenal y algo de sutil. Los sátiros, al igual que el dios Pan, quien a veces era considerado como su padre, representaban la naturaleza media de la creación. Alciato dedica uno de sus emblemas a «La fuerza de la Naturaleza» y la describe de la siguiente manera: Las gentes veneran a Pan –es decir, la naturaleza de las cosas–, hombre mitad cabrón y dios mitad hombre. Es hombre hasta el pubis, porque nuestro valor, plantado en el corazón al nacer, se asienta sublime en lo alto de la cabeza. Desde aquí es cabrón, porque la Naturaleza nos propaga secularmente por medio del coito, como las aves, los peces, los brutos y las fieras.(10) El hecho de que Júpiter se esconda bajo la forma de este ser de doble naturaleza parece indicar que la causa primera de la creación no engendra el cosmos directamente, sino por medio de la naturaleza, lo que durante el Renacimiento se llamó la causa segunda. Juan Pérez de Moya explica que los antiguos entendieron por Pan: La causa segunda, obradora de la voluntad divina de Dios, criada de su divina providencia. [...] Dijeron ser hijo de Mercurio, porque por Mercurio entendían la voluntad o mente divina, la cual guía el nacimiento o generación de las cosas.(11)

(1) . Véase la entrada al blog Octubre 25, 2006. (2) . Raimon Arola, Los Amores de los Dioses, ed. Alta Fulla, Barcelona 1999, p.58. (3) . Recomendable la visita a http://www.arsgravis.com/ , web de la asignatura de simbolismo, Facultad de Bellas Artes, Universidad de Barcelona, coordinada por el profesor R. Arola y diseñada por http://.nodelobs.com/ . (4) . Homero, Odisea, lib. 11, vers. 159 y ss. (5) . Flamel, Deseo deseable. (6) . Porfirio, El antro de las ninfas de la Odisea, ed. Gredos, Madrid 1989, p. 227. (7) . Ovidio, Metamorfosis, VI, 108. (8) . Homero, Odisea, XI, 260. (9) . Concordancia mito-físico-cábalo-hermética, ed. Obelisco, Barcelona 1985, p. 141. (10) . Alciato, Emblemas, ed. Akal, Madrid 1985, p. 131. (11). J. Pérez de Moya, La Filosofía Secreta, ed. Glosa, Barcelona, 1977, vol. I, p. 54.

domingo, agosto 12, 2007

(Artículo del traductor) Midas o la transmutación en oro


Como habíamos dicho ponemos en relación el texto de Pernety,(1) objeto de este blog, con autores contemporáneos, en este caso Emmanuel d’Hooghvorst desde su obra El Hilo de Penélope,(2) con el fin de contrastar y verificar la unanimidad de la tradición mito-hermética en todos los tiempos. Para ello partiremos desde el concentrado resumen de la historia, propiamente dicha, de este Rey Midas, que nos presenta E. d’Hoogvorst (EH):(3) Según la leyenda, era rey de Frigia y famoso por sus inmensas riquezas. Había tratado favorablemente a Sileno, compañero y preceptor de Dioniso. En reconocimiento, el dios prometió concederle todo cuanto pidiera. Midas tuvo la locura de desear ver transformarse en oro todo lo que tocara. Habiendo sido concedido este deseo, todo cuanto tocaba se volvía oro, incluso el alimento y la bebida. Rogó pues al dios que le retirara ese don. Dioniso le ordenó ir donde nace el Pactolo(4) en la cima del monte Tmolo y bañarse en él. Midas perdió así aquel don fatal y el Pactolo empezó a manar oro en sus aguas. Un día, cuando los dioses Pan y Apolo competían, uno con la flauta y el otro con la lira, tomaron a Midas como árbitro, y éste decidió a favor de Pan. Entonces Apolo cambió las orejas de Midas en oreas de asno, que dicho rey escondía bajo un gorro frigio, pero su barbero lo descubrió. Mantener ese secreto le resultaba pesado, pues no podía comunicarlo a nadie; por ello, terminó cavando un hoyo en la tierra al que confió que «el rey Midas tiene orejas de asno». En aquel lugar mismo crecieron cañas que repetían, cuando el viento las agitaba: «El rey Midas tiene orejas de asno». Los antiguos filósofos escondían los secretos más profundos de su saber bajo la ficción de historias poéticas y divertidas. Enseñaban sin profanar y sí transmitían bajo una forma mitológica la memoria de su tradición a la muchedumbre de los avaros e ignorantes. Efectivamente, vemos en este relato un tratado completo de la química cabalística tan acechada y tan poco experimentada. Pernety explica al respecto: Cuando sucede lo que pasa en la obra hermética, cuando se trabaja en el elixir, la fábula de Midas lo representa como en un espejo.(5) Puede recordarse que cuando el Osiris, Denis o Baco de los filósofos se forma se hace una tierra. Esta tierra es como cuando se figura a Baco visitando Frigia, a causa de su virtud ígnea, ardiente y seca, porque φριγια quiere decir tierra tórrida y árida. Se supone que Midas reina allí pero para indicar claramente lo que se debe de entender por este pretendido rey se dice que es hijo de Cibeles o de la Tierra, la misma que es considerada como madre de los dioses filósofo-herméticos. Así Baco, acompañado de sus bacantes y de sus sátiros, de los que Sileno era el jefe y sátiro mismo, deja Tracia para ir hacia el Pactolo que desciende del monte Tmolo, es como si se le dijera el Baco filosófico, donde el azufre tras haber sido disuelto y volatilizado, tiene tendencia a la coagulación, puesto que Θρήκη, Tracia, viene de τέ, correr, o de Θρέω, clamar, gritar tumultuosamente, lo que designa siempre una agitación violenta, como la de la materia fija cuando se volatiliza después de su disolución. Casi no se puede expresar mejor la coagulación que mediante el nombre de Pactolo que viene naturalmente de πακτις, πακτόω, compactus, compingo, juntar, ligar, reunir al uno con el otro. Por esta reunión se forma esta tierra frigia o ígnea y árida, en la que reina Midas. Lo que entonces era volátil es contenido por el fijo o esta tierra. Es Sileno sobre el territorio de Midas. La fuente donde cerca de ella reposa este sátiro es el agua mercurial. Se figura que Midas había puesto allí el vino que Sileno bebió en exceso porque esta agua mercurial, que el Trevisano llama también fuente,(6) y Raimón Llull vino,(7) se vuelve roja a medida que esta tierra se hace más fija. El sueño de Sileno señala el reposo de la parte volátil y las guirnaldas de flores con las que se le ciñó para llevarlo a Midas son los diferentes colores por locuaces pasa la materia antes de llegar a la fijación. Las orgías que celebraron juntos antes de reunirse con Baco son los últimos días que preceden a la perfecta fijación, puesto que ella misma es el término de la obra. Así mismo se puede creer que se ha querido expresar este término mediante el nombre de Denis dado a Baco puesto que puede venir de Διός, y de νίσσα, meta, el dios que es el fin o el término. Los poetas hacen admirables descripciones del Pactolo; cuando quieren describir una región afortunada la comparan al país que riega el Pactolo, en las aguas del cual Midas depositó el funesto don que le había sido comunicado. Creso sin el Pactolo sólo hubiera sido un monarca limitado en su poder e incapaz de excitar los celos de Ciro. Baco está encantado de volver a ver a su padre protector y recompensa a Midas mediante el poder de convertir en oro todo lo que toca. Este dios sólo podía dar lo que poseía en él mismo, era, pues, un dios aurífico. [...] Midas, al haber conducido a Sileno hasta Baco, es decir, la tierra frigia, al haber fijado una parte del volátil lo vuelve todo fijo, y en consecuencia es la piedra transmutante de los filósofos. Él recibió de Baco el poder de transmutar, lo tenía en cuanto a la plata pero en cuanto al oro sólo podía obtener esta propiedad de Baco, porque este dios es la piedra al rojo, pues sólo ella puede convertir lo metales imperfectos en oro.(8) [...] Es preciso, pues, imitar a Midas y hacer una buena acogida a este Sileno, que los filósofos dicen que es hijo de la Luna y el Sol y que la tierra es su nodriza. [...] Al ser esta materia el principio del oro, se tiene razón al considerar a Sileno como padre protector de un dios aurífico. Así mismo ella es el néctar y la ambrosía de los dioses. Ella es, como Sileno, hija de ninfa y ninfa ella misma, puesto que es agua, pero un agua, dicen los filósofos, que no moja las manos. La tierra seca, árida e ígnea, figurada por midas, bebe esta agua ávidamente y en la mezcla que se hace de las dos surgen diferentes colores. Es la acogida que Midas hace a Sileno y las guirnaldas de flores con las que lo liga. En lugar de darnos a Sileno como un gran filósofo se habría encontrado mejor, entrando así en el espíritu de aquel que ha inventado esta ficción, si se hubiera dicho que Sileno era propio en hacer filósofos, siendo la materia misma sobre la cual razonan y trabajan los filósofos herméticos. [...] Finalmente Midas se deshizo del incómodo poder de cambiarlo todo en oro y se lo comunicó al Pactolo lavándose en sus aguas. Es precisamente lo que sucede en la piedra de los filósofos cuando se trata de multiplicar. Entonces se está obligado a ponerla en el agua mercurial, donde el rey del país, dice el Trevisano, debe bañarse. Allí se desnuda de su ropa y su carne sanguínea y colorada para que se vuelvan como él. Esta agua mercurial es verdaderamente un agua Pactolo, puesto que debe coagularse en parte y volverse oro filosófico. A continuación veamos unos fragmentos de la obra de Emmanuel d’Hooghvorst donde el decir de un filósofo desemboca en la creatividad de una poesía contundente y actual. Ebrio de ese vino dionisíaco y preñado del don del oro, el lenguaje Hooghvorstriano fluye cual Pactolo hasta “las Midas” o tierras fijas y ardientes, deseosas de la transmutadora experiencia. A ti, querido lector, dedico esta selección donde EH dice: El poema empieza (XI, 85) con la llegada del dios Baco,(9)que se dirige a Lidia para visitar los viñedos de su amigo Timolo.(10) Un dios tan amable iba siempre acompañado de un séquito de bailarines y flautistas, sátiros y bacantes, y así había conquistado el mundo entero. Pero Sileno(1) está ausente. Titubeaba bajo el peso de los años y de la embriaguez del vino puro (merum). Baco no puede manifestarse en este mundo sin Sileno, su amigo y preceptor. Efectivamente, no se revela más que por la embriaguez de los bacantes, cuyo prototipo es Sileno. Le llamaban preceptor del joven dios pues él es quien le da la palabra. Tiene la cabeza grávida a causa del vino, su andar es titubeante y viene montado sobre un asno de paso lento. Su cabeza se adorna con dos pequeños cuernos de carnero, pues habla con palabras cornudas que expresan simultáneamente sentido vil y sentido puro. ¡Qué genio sabido en este vino raro que se hace en Sileno grávida faz de un dios que desafía este bajo mundo! Nacido de agrícola química, Sileno se revela en escuela campestre. Se comprende, pues, por qué son unos campesinos frigios quienes lo sorprenden. Tras haberle atado con guirnaldas de flores, es decir con vínculos sutiles, le conducen hasta el rey Midas, iniciado en las orgías báquicas por Orfeo y Eumolpo. Al instante, Midas reconoció en Sileno, al amigo, al compañero del dios que celebraba en los misterios. La llegada de un tal huésped es gozosamente celebrada por Midas durante dos veces cinco días y sus noches consecutivas. Al undécimo día, llega el rey a Lidia y está feliz de devolver Sileno al joven dios que había sido su alumno. Hemos dicho que sin Sileno, el amable dios Baco no podía manifestarse aquí abajo. Devolver Sileno a Baco merecía, pues, una recompensa. El dios, feliz de haber vuelto a encontrar a aquél que le había nutrido en este mundo, otorga a Midas la recompensa que éste pide. Haciendo mal uso de los dones del dios, dijo: «¡Consiente que todo lo que mi cuerpo toque se convierta en oro amarillo!» A disgusto, el dios concede este don, lamentándose de que no haya escogido mejor. Al principio, el rey Midas se marcha contento y todo lo que toca se vuelve oro. Lo ve todo de oro. Pero ¡oh desgracia! incluso el alimento y la bebida se convierten en oro. ¡Qué veneno pudo cegar tanto tiempo a aquel Midas que la sombra de química encantó! ¡Oh! ¡el oro mal leído! ¡Qué necio pensando su oro bestialmente! Oro seco, es sed de condenado para ese Príapo engañado sin dote y sin escuela de Arte. «Esta química no me da sentido ni peso de amor», se lamenta el avaro Midas, hambriento y alterado. Alterado por tan fatal novedad, a la vez rico y miserable, sólo piensa en escapar de esta opulencia y empieza a odiar lo que tanto había imaginado. Su riqueza no puede aliviar su hambre, una sed le reseca y le abrasa la garganta; helo aquí torturado por el oro antes tan deseado y, ahora, odiado. El desdichado Midas se vuelve entonces hacia el dios. Le pide socorro confesando su culpa: «¡Perdóname, dios de los toneles! Hemos pecado», implora levantando al cielo sus manos. Ante la confesión del pecador, el dios se apiada de él. El dios magnánimo perdona, pues, a Midas su avariciosa locura y le ordena ir hacia el río vecino(12) de la gran ciudad de Sardes. Así, el rey se sumerge dócilmente en el manantial y la virtud que tenían de cambiar todo en oro confiere a las aguas del Pactolo un color nuevo; este río tiene reflejos dorados y arrastra en sus raudales oro líquido. «¡Qué húmedo raro no sabido por las ciencias rústicas!», se exclamó entonces Midas. Es el secreto de los bacantes. ¡Qué puro saber donde Midas leyó su musa! La vista de este Pactolo que fluye será su musa al curarle su necedad. He aquí el famoso mercurio de los filósofos. ¡Es el oro mismo de los avaros que no era más que un veneno, pero licuado en savia vivificante! Hastiado ahora por las riquezas, Midas frecuentaba los bosques y los campos, al igual que el dios Pan, que moraba en los antros de las montañas. (XI, 146-147) En lo sucesivo, Midas supo este dios Pan en su gruta profunda donde su musa lo liga en secreto forestal. ¡Oh mágico secreto de las musas que despiertan con sus cantos al desconocido dormido! Midas no oye sino la flauta de Pan, pero no es más que una musa agreste. De modo que Midas seguirá el curso de este Pactolo. Incluso una persona simple no perdería este camino sabido en el Pactolo secreto: no es otra cosa sino cocer ese mercurio en un pote bien cubierto. Tal es la obra sobre la que los filósofos tanto han escrito: sólo es cocer y ese mercurio se hará poco a poco cuerpo sonante de un sol nuevo.(13)


1 . Dom Pernety, Las Fábulas Egipcias y Griegas, ed. La Table d’Emeraude, París 1982, traducidas por un servidor y presentadas en este blog, véase la entrada Mayo, 15, 2007. 2 . Emmanuel d’Hooghvorst, El Hilo de Penélope, Arola Editors, Tarragona 2000, tomo I, p. 125.

3 . Según Ovidio, Metamorfosis, XI, 85-193. 4 . Pactolo: este río fluye del monte Tmolo, cadena montañosa que se extiende en Lidia de este a oeste[...] 5 . Respecto al “espejo” al lector podría interesarle leer el último número de la revista LA PUERTA, ya que está dedicada íntegramente al “espejo”, http://www.lapuertaonline.es/ 6 . El Trevisano, Filosofía de los metales. 7 . Raimón Llull, en casi todas sus obras. 8 . Véase lo que se ha dicho, en ete blog, referente a Sileno en el anterior artículo, el cual lleva su nombre por título. 9 . Baco o el dios del vino. En griego Dionisos (Διόνυσος). [...] Las y los bacantes estaban poseídos por el vino del dios y profetizaban. 10 . Timolo, otro nombre de Tmolo. La montaña está aquí divinizada como amiga de Baco. 11 . Sileno y su embriaguez. Baco no puede manifestarse en este mundo más que por la embriauez de Sileno y de los bacantes.[...] 12 . Se trata del Pactolo. 13 . Te recomiendo encarecidamente, querido lector, la lectura de la continuación de la obra de Emmanuel d’Hooghvorst, donde va más allá que Pernety, pues éste llega a insinuar la tercera parte de la obra y Emmanuel la desarrolla plenamente.